De Normandía a Osama Bin Laden y Qasem Soleimani

Impacto Municipal Radio

Por Armando Martini 


Aquel monumental desembarco en las playas de la Normandía francesa, conocido como “día D”, nombre clave Operación Overlord, el 6 de junio 1944, culminó con la liberación de los territorios de Europa occidental ocupados por la Alemania nazi. El conjunto de las operaciones recibió el apodo de Operación Neptuno. Un asalto llevado a cabo por aeronaves que precedieron el desembarco anfibio, cruzando el Canal de la Mancha de Inglaterra a Francia. Transcurrido el tiempo, la incursión de un grupo comando especializado militar en Pakistán para dar de baja al bárbaro Osama bin Laden, y posteriormente, un dron que lanzó un preciso misil para esfumar al general iraní, Qasem Soleimani. Cabecillas de terrorismos, adalides de villanías y comandantes de indignidades.

Su muerte no tiene precedentes en la región. Ni siquiera se le puede equiparar a la del yihadista de origen saudí. No es comparable. El iraní era poderoso icono militar y político, al frente de una nación y un gran ejército que lo respaldaba. Mientras que el nativo del Reino de Arabia Saudita, dirigía una secta fanática, violenta, clandestina y terrorista.

Para derrotar la brutal agresión nazi, los países aliados, desarrollaron una minuciosa planificación sobre variedad de mapas, contactar, armar y fijar acciones a la resistencia francesa con mensajes cifrados a través de la radio que cualquiera podía oír -excepto los galos a quienes los asesinos despiadados de Las Schutzstaffel (SS) -organización militar, policial, política, penitenciaria y de seguridad al servicio de Adolf Hitler y del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán-, habían prohibido el uso de aquellos aparatos con cuerpo de madera; aunque los sojuzgados se las ingeniaban para escuchar los boletines emitidos por la BBC.

Ése es el tipo de invasión, que ahora vemos en películas de contenidos históricos, y que algunos -incluso cultos e informados- esperan ordene la Casa Blanca para derrocar a quienes atiborran al mundo de infortunio y miseria.

Hace pocas décadas esas irrupciones continuaban, pero nunca tan masivas como aquella en Normandía. La de Panamá para apresar al sátrapa dictador militar Manuel Antonio Noriega con la finalidad de que enfrentara la justicia; y la de Irak para aniquilar al déspota Sadam Hussein, comenzó con una incursión electrónica, incomunicó y desarticuló los tanques de guerra, dejando en ridículo la que él mismo anunció como: “la madre de todas las batallas”. Tras el barrido electrónico las comunicaciones fallaron y los vehículos blindados de combate con tracción de orugas, se convirtieron en palmípedos confusos en el desierto, y el ostentoso dictador terminó escondido en un hueco de donde fue sacado y ahorcado.

La desventura de quienes se atreven violar los Derechos Humanos, desafiar, ridiculizar e irrespetar convenios internacionales, aupar el terrorismo, intentar genocidio, traficar estupefacientes, legitimar capitales, es que están huérfanos, solitarios, con pocas opciones; sanciones y rechazos por la mayoría del mundo, además, de acusaciones, denuncias y búsqueda con recompensas por captura.

La siempre amenazante y vocinglera Rusia, cuya economía es de tercer nivel y el enfrentamiento de Estados Unidos con China que no es militar sino comercial; hacen sus políticas elásticas; ilusorio y nada confiable considerar van a defender a extraños de alejadas latitudes, que en nada benefician, por el contrario, incomodan con toxicidad repugnante. Se equivocan los que cuenten con su ayuda, lo más que podrían recibir son discursos arrogantes y altaneros en la Organización de las Naciones Unidas (ONU). La desdicha y desgracia del mundo no es la agonía de su término, sino la desolación y miseria que dejan a sus países.

 

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