Norma Vásquez, el papel del Estado y el carácter obsesivo de Gary Valenzuela

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Por Mario Medina


El crimen de Norma Vásquez ha puesto en el tapete el tema de la violencia contra la mujer. Con apenas 20 años y con un mundo por delante, la ira y la obsesión de un hombre le ha quitado la oportunidad de vivir a plenitud el resto de su vida.

Sin embargo, a medida que se formaliza al imputado y se le juzga por su cruel asesinato se aglomeran un montón de inquietudes y preguntas que probablemente queden sin respuesta.

Conviene analizar ciertos elementos para tener, aunque sea una idea somera, del por qué se cometió tan horrendo crimen.

 El papel del Estado queda en evidencia. La poca celeridad y el escaso seguimiento de los organismos competentes para atender casos de violencia contra la mujer ha quedado demostrado.

En lo futuro mientras no haya cambios profundos y se legisle para hacer leyes más justas, violentos como Gary Valenzuela seguirán haciendo de las suyas.

El 17 de julio Norma Vásquez en calidad de agraviada interpuso una denuncia ante la 25° Comisaría de Maipú contra Gary Valenzuela por intento de violación.

Pero esta denuncia no logró disuadir a Valenzuela. Apenas un mes después asesinó a la joven. En este punto surge una terrible contradicción.

Resulta paradójico que Valenzuela no le haya temido al peso de la ley, habiendo hecho juramento como carabinero de obedecerla hasta con su vida. Esa fatal noche de agosto a Gary Valenzuela le importó un bledo su carrera policial, su juramento a la ley, a la ética y a la moral.

El desquicio fue superior a su conciencia y nada que no fuera su voluntad podía ser permitido. La ira se adueñó de él hasta llegar a maquinar la muerte de su amada. La obsesión por Norma lo cegó hasta quedar sin opciones racionales. Para él era sí o sí.

Por último, el que Norma y su asesino se haya reunido en ese motel ese fatídico día da cuenta de lo importante que es mantenerse alejado del agresor. ¿Por qué? El agresor no cambia de la noche a la mañana, aunque jure y diga que es otro, es mejor no creerle. Siempre es mejor prevenir que lamentar.

 

 

 

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