La miseria interna bruta está en ascenso

Las ayudas económicas no llegan a quienes las necesitan más.

The New York Times

Por Paul Krugman  Paul Krugman


¿Ahora estás mejor, en comparación a como estabas en julio?

A juzgar por las apariencias, eso ni siquiera debería preguntarse. Después de todo, las acciones están al alza; la economía sumó más de un millón de empleos en “agosto” (explicaré las comillas en un momento), y los cálculos preliminares sugieren que el producto interno bruto ha crecido con rapidez en el tercer trimestre, que termina este mes.

Sin embargo, el mercado bursátil no es la economía: más de la mitad de todas las acciones pertenecen al uno por ciento de los estadounidenses, mientras que la mitad inferior de la población solo posee un 0,7 por ciento del mercado.

Por el contrario, los empleos y el PIB, son más o menos la economía. No obstante, no son el meollo de la economía. Con frecuencia, algunos economistas y muchos políticos olvidan que la economía no tiene que ver en esencia con los datos, sino con la gente. Me gustan los datos tanto como, o quizá más que, a cualquiera, pero el éxito de la economía no debería juzgarse con base en estadísticas impersonales, sino con base en si las vidas de las personas están mejorando.

Y la simple realidad es que en las últimas semanas las vidas de muchos estadounidenses han empeorado mucho más.

Evidentemente, esto es cierto para los cerca de 30.000 estadounidenses que murieron de COVID-19 en agosto (en comparación, 4000 personas murieron en la Unión Europea, que tiene una población más grande), eso sin mencionar a la cantidad desconocida pero grande de ciudadanos que sufrieron daños a la salud a largo plazo. Y no miren ahora, pero el número de nuevos casos de coronavirus, que había estado disminuyendo, parece haberse estabilizado; pero entre el Día del Trabajo y la reapertura de las escuelas, hay una gran posibilidad de que la situación del virus vuelva a empeorar.

Las circunstancias ya se han agravado para millones de familias que perdieron la mayor parte de sus ingresos normales debido a la pandemia y aún no los han recuperado. Durante los primeros meses de la depresión pandémica, muchos de estos estadounidenses se las arreglaron para subsistir gracias a la ayuda federal de emergencia. Sin embargo, gran parte de esa ayuda se suspendió a fines de julio y, a pesar de los avances en el empleo, estamos en medio de un enorme aumento de la miseria nacional.

Una cosa importante que hay que tener en cuenta sobre las estadísticas oficiales del empleo mensual es que se basan en encuestas realizadas durante la segunda semana del mes. Es por eso que escribí “agosto” entre comillas: lo que el informe del viernes nos mostró en realidad fue un panorama del estado del mercado laboral hacia el 12 de agosto.

Esto puede ser importante. Los datos de instituciones privadas indican una desaceleración en el crecimiento del empleo desde finales de julio. Así que el próximo informe del empleo, que se basará en los datos recabados esta semana ―y que también será el último informe antes de las elecciones― tal vez será más débil que el anterior (no hay que tomarlo como un hecho).

En cualquier caso, ese informe de agosto no fue muy bueno considerando el contexto. En tiempos normales, una ganancia de 1,4 millones de empleos sería impresionante, incluso si algunos de esos trabajos fueran una incidencia temporal asociada con el censo. Sin embargo, todavía estamos más de 11 millones de empleos por debajo de donde estábamos en febrero.

Y la situación sigue siendo grave para los trabajadores más afectados. La caída provocada por la pandemia afectó de manera desproporcionada a los empleados del sector de hospitalidad y ocio —los restaurantes, por ejemplo— y el empleo en ese sector sigue disminuyendo alrededor del 25 por ciento, mientras que la tasa de desempleo de los trabajadores en esa industria sigue siendo superior al 20 por ciento, más de cuatro veces lo que era hace un año.

En parte debido al sector donde se concentró la caída, los desempleados tienden a ser estadounidenses que ganaban bajos salarios incluso antes de esta crisis. Y un hecho inquietante del informe de agosto fue que los salarios promedio aumentaron. No, no se trata de un error de imprenta: si los trabajadores de bajos salarios más afectados por la crisis fueran contratados de nuevo, esperaríamos que los salarios promedio cayeran, como lo hicieron durante la breve recuperación de mayo y junio. El aumento de los salarios promedio en este momento es una señal de que los que realmente necesitan trabajo no lo están consiguiendo.

Así que la economía sigue dejando de lado a los que más necesitan una recuperación.

A pesar de ello, la mayor parte de la red de seguridad que sostenía provisionalmente a las víctimas económicas del coronavirus se desmanteló.

La Ley de Ayuda, Alivio y Seguridad Económica por Coronavirus (CARES, por su sigla en inglés), promulgada en marzo, dio a los desempleados 600 dólares adicionales a la semana en prestaciones. Este suplemento fue de suma importancia para limitar las dificultades extremas; incluso es posible que haya disminuido la pobreza.

Sin embargo, el suplemento expiró el 31 de julio y todo indica que los republicanos del Senado no harán nada para restablecer la asistencia antes de las elecciones. El intento del presidente Donald Trump de implementar un suplemento de 300 dólares a la semana mediante una acción ejecutiva no llegará a muchos y resultará insuficiente incluso para aquellos que lo obtengan. Puede que las familias hayan sobrevivido por unas semanas con el dinero ahorrado, pero las cosas están a punto de ponerse muy difíciles para millones de personas.

La conclusión aquí es que antes de citar las estadísticas económicas, hay que pensar en lo que significan para las personas y sus vidas. Los datos no son insignificantes: un millón de empleos ganados es mejor que un millón de empleos perdidos y que el PIB crezca es mejor a que disminuya. No obstante, a menudo hay una desconexión entre las cifras que se mencionan en los titulares y la realidad de la vida estadounidense, y eso es particularmente cierto en este momento.

El hecho es que esta economía no está funcionando para muchos estadounidenses, quienes enfrentan tiempos difíciles que (gracias a las decisiones políticas de Trump y sus aliados) se dificultan cada vez más.


Paul Krugman se unió a The New York Times como columnista de Opinión en 2000. Es profesor distinguido de la Universidad de la Ciudad de Nueva York y en 2008 fue galardonado con el Premio Nobel de Ciencias Económicas por sus trabajos sobre el comercio internacional y geografía económica. @PaulKrugman

 

 

 

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