La ley de la cosecha

Steemit

Por Mario Medina


El apóstol Pablo, el otrora perseguidor infatigable de la causa cristiana, enseño un principio fundamental de aplicación general, llamado la ley de la cosecha (Gal 6:7 Santa Biblia Reina de Valera). De acuerdo a esta norma, lo que el hombre siembre eso mismo segara. Es decir, de cada acto se deriva una consecuencia, por consiguiente, si se siembra maldad se recoge maldad, si se siembra amor se recoge amor.

La Ley de la Cosecha es una ley universal que se sostiene en el tiempo. De acuerdo a este estatuto compensatorio, las consecuencias que son producto de las acciones de cada hombre son única y exclusivamente responsabilidad individual. Los resultados de cada decisión (para el bien de algunos y el mal de otros) no se pueden detener, traspasar o evadir.

Tenemos control de las decisiones (albedrío moral) más no de las consecuencias, porque una vez que se haya decidido algo, no se puede evitar todo aquello que como es natural, se desprende de la decisión tomada. Todos y cada uno de nosotros está   sujeto a la ley, y por  tener la ley nadie puede ser justificado, o dicho de otro modo, la ley no puede justificar a quien la vulnera. Por consiguiente, las personas reciben irremediablemente los efectos derivados del cumplimiento o del incumplimiento de la ley.

El que siembra caraotas no pretenda cosechar yuca, porque no se puede contravenir la ley, las consecuencias son y siempre serán irreversibles. La ley jamás va a dar frutos que se “opongan” a su naturaleza. De manera que el que siembra el mal cosecha el mal, el que hace el bien recibe el bien. No piense por un instante que una ley universal se puede violar y que los resultados van a ser distintos, que las malas decisiones tendrán repercusiones positivas, porque no va a suceder así, el que hace el mal no puede aspirar a que se le restituya con lo bueno, porque “la maldad nunca fue felicidad”. Hacer lo malo nunca ha generado una felicidad verdadera.

El argot popular dispone de refranes que hacen alusión al principio antes mencionado como: “el que mata a hierro no puede morir a sombrerazos”, “el que a hierro mata a hierro muere”, o la ley del Talión “ojo por ojo, diente por diente” entre otros; estas evidencias demuestran por sí mismas y de forma conclusiva, que siempre ha existido una conciencia colectiva de parte de las personas con respecto a esta ley compensatoria. El presidente Abraham Lincoln solía decir “cuando hago el bien me siento bien, cuando hago el mal me siento mal, esta es mi religión». 

La siembra de un mensaje edificante trae como consecuencias positivas, mientras la siembra de un mensaje de enemistad genera odio y división.

 

 

 

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