Las dos pandemias
En las democracias la tendencia social es a pasarle la cuenta a quien esté en el poder.
REUTERS/Carlos Barria
Por Carlos Alberto Montaner
The Economist afirma que Donald Trump perderá las elecciones del 3 de noviembre. Incluso, han dedicado un editorial a explicar por qué se debe votar por Joe Biden. A mi juicio, se trata del medio popular más prestigioso del mundo y refleja lo que dicen las encuestas. La gran revista liberal británica, fundada en 1843, está dispuesta a jugarse su prestigio tras esa aseveración. (Liberal, en el sentido europeo del término: conservadora en materia fiscal, más mercados libres, por eso la detestaban Marx y Lenin; pero muy abierta en cuestiones sociales, por eso la rechazaban los conservadores).
A principios de abril el panorama era otro. A partir de ese momento las cosas se le comenzaron a torcer a Trump. No eran sus desagradables fanfarronadas. Tampoco su condición de bully, de matón sin clemencia con las limitaciones físicas de sus adversarios políticos, ya fuera John McCain o Serge Kovaleski, un periodista del NYT del que se mofó públicamente imitando sus movimientos espásticos. No era, en suma, su carácter lo que habría influido en su hipotética derrota. Lo esencial era el virus, el Covid-19 y los estragos que causaba en la sociedad norteamericana. No hay quien pueda con eso. En las democracias la tendencia social es a pasarle la cuenta a quien esté en el poder.
Cuando Trump vaticina que, mágicamente, un día el virus desaparecerá, no se lo saca de la manga, sino de lo que sucedió en 1920. Tras 15 meses terribles, el virus H1N1, ayudado por un verano ardiente, se esfumó con relativa facilidad, pero entonces la aviación estaba en pañales. Hoy no desaparecerá hasta que un alto porcentaje de la población del mundo que viaja esté vacunada y los cócteles antivirales estén disponibles y a precios accesibles, como sucede con los medicamentos contra el SIDA.
Sospecho que las consecuencias políticas H1N1 y el Covid-19 serán muy parecidas. En 1920 hubo elecciones generales en Estados Unidos. Aunque el país llegó tarde al conflicto, dejó en Europa unos 117.000 muertos (más o menos la quinta parte de los que le arrebató la pandemia). El presidente Woodrow Wilson debía hacerle frente a la ruina traída por la pandemia y a una sociedad insubordinada porque no creía en la sagacidad del jefe del Estado. Wilson les había prometido que no se dejaría arrastrar a la guerra por los belicosos europeos y, al final, unos ataques contra la marina mercante de Estados Unidos por parte de los submarinos alemanes, más el conocido “telegrama de Zimmermann”, lo habían conseguido.
En esa oportunidad, los republicanos tuvieron la mayor victoria de la historia contra los demócratas: ganaron las elecciones de 1920 por un margen de 26 puntos, de los cuales una buena parte pueden atribuirse a la Pandemia. Harding murió de un infarto en 1923, siendo presidente, dejando en el poder a Calvin Coolidge su vice y sucesor. En 1928 obtuvo la presidencia el también republicano Herbert Hoover, ingeniero, un excelente funcionario al que le sorprendió el “crack” de la Bolsa en 1929. En 1932 lo derrotó Franklin D. Roosevelt y se inició el ciclo de los demócratas.