La bestia

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Mientras leía el libro de Iván Poduje, Siete Kabezas: Crónica urbana del estallido social, no pude sacarme de la mente la condena sartreana “el infierno son los otros”. Más allá de lo sin salida que suena, la frase al menos no se anda con rodeos. Dice dónde nos encontramos (parecido en eso a este libro). Lejos del recto camino, perdidos en medio de la selva oscura, sin purgar nuestros pecados, para nada ante las puertas del paraíso como creen algunos esperanzados en lo que pueda deparar este reventón. Es cosa de abrir la puerta de calle, aquí en Santiago, recorrer la vasta ciudad, y comprobar cuán enajenante se ha convertido.

A Poduje ustedes lo conocen, no necesito subrayar que lo suyo es sin miramientos. En el libro hace ver cómo decisiones malhechas agudizan la segregación (comienza con el Transantiago). Alude a un estudio suyo de 2010 en que ya se calculaban 1,7 millones de chilenos viviendo en 60 territorios altamente segregados a lo largo del país. Hace hincapié en la falta de presencia institucional en esta tierra baldía aprovechada por el narcotráfico y barras bravas, estas últimas protegidas por empresarios y políticos. De ahí que no esté por conceder que el 18-0 surgiera de la nada, y admita que, en al menos los primeros ataques al Metro, hubo coordinación y efecto dominó posterior. Lo cual lo lleva a impacientarse con el mundo intelectual y cultural, además del político, que han pretendido validar y hasta homenajear la violencia de Primera Línea, y se erice frente a la comparsa celebratoria de saqueos e incendios, o de ciclistas en éxtasis levantando sus puños en son vía chilena revolucionaria a dos ruedas.

El libro, también el informe que le precediera (“Estallido Social Eje Alameda-Providencia” de Atisba y suyo, dic. 2019), recoge este carácter siniestro del estallido a partir del material analizado: huellas y ruinas, la sombra infausta de su todavía latencia. A ello alude el título, el de la Bestia del Dragón de siete cabezas (véase el Apocalipsis de San Juan, 13 al 18). Es que pareciera querer subrayarse algo muy clave, que más allá de que la magnitud de la destrucción sea colosal y la intencionalidad de dañar resulte evidente, prevalece la sensación de impunidad. Es decir, que aun cuando la responsabilidad de la violencia sea atribuible, resulta fútil, intrascendente hacerla valer o cobrarla. Esto porque se la tiene por anónima, se enmascara o diluye (los únicos acusados son “N.N.”), sin poder poner fin a la pesadilla. Esto es lejos lo más perturbador. A no ser que lo descrito por Poduje se parezca al paso devastador que deja una guerra (así se lee) y Piñera, al ser el único que ha hablado de guerra, termine teniendo razón. En este “infierno son los otros” no se puede descartar nada, salvo la esperanza. “Lasciate ogni speranza voi ch’entrate”.

 

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