La reorganización de la sociedad internacional, el nuevo reto

El Nacional

Por Víctor Rodríguez Cedeño  Víctor Rodríguez Cedeño


Se habla con frecuencia en los últimos tiempos de la reestructuración de la sociedad internacional, de introducir cambios que permitan construir una comunidad internacional capaz de enfrentar con éxito los retos y desafíos que plantean la realidad de hoy. No sólo las pandemias, como la que nos azota hoy, se han convertido en problemas globales que exigen una respuesta igualmente global; también lo exigen los conflictos, las crisis complejas y las atrocidades que algunos regímenes cometen en el mundo y que se traducen en horrendos crímenes internacionales que por su gravedad interesan a la comunidad internacional en su conjunto. No se trata, en efecto, de problemas o crisis que afectan a un país, a una sociedad en particular. Por el contrario, son situaciones que interesan a todos, a la comunidad internacional, lo que exige instituciones internacionales capaces de hacerle frente a estos retos y de resolverlos. Ello nos obliga hoy a reflexionar sobre la reorganización de la sociedad internacional y de su funcionamiento, sobre el fortalecimiento de las instituciones para poder hacer frente a esas realidades y, por supuesto, sobre la redefinición y adaptación a las nuevas realidades, de las normas que regulan las relaciones entre los Estados y los sujetos que interactúan en esa sociedad.

El mundo cambia, se transforma constantemente. Se reconocen nuevos sujetos y actores internacionales, un cambio cualitativo de la sociedad internacional, también nuevas formas de relacionarse, aunque su estructura sigue anclada en 1945 cuando se adopta la Carta constitutiva de las Naciones Unidas, que marca el inicio de un nuevo período de las relaciones internacionales. La sociedad internacional se transforma desde entonces y sufre también cambios cuantitativos importantes con el surgimiento de los nuevos Estados, tras el inicio del proceso de descolonización que reclamaba el mundo. Un cambio que marca la estructura política de la nueva sociedad internacional, más cosmopolita, aunque el poder real sigue estando en manos, principalmente, de las grandes potencias que se erigieron como garantes del orden después de la II Guerra y que hoy ocupan puestos permanentes y privilegios, como el derecho al veto, en el manejo de la paz y de la seguridad internacional, a través del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

La prohibición del uso de la fuerza como medio para solucionar las controversias y el mantenimiento de la paz y de la seguridad internacionales constituyeron la razón de ser de la nueva organización y del nuevo sistema, una obligación que se recoge de manera clara en la Carta de San Francisco en la que se reafirman también otros principios que habrán de regular las relaciones de la sociedad que se construía entonces. La paz fue entonces y sigue siendo, el objeto y la razón de ser del comportamiento de los Estados y como lo consideró Emanuel Kant a finales del siglo XVIII es: un valor supremo, el fin ético, al que todas las fuerzas del Derecho Público deben rendir homenaje.

Pero la paz debe ser interpretada hoy de una manera mucho más amplia, si la polemología, que estudia científicamente la guerra como fenómeno social, lo permite. No podemos limitarla al espacio internacional ni a la cara opuesta a la guerra o conflicto armado. Toda reflexión sobre la paz debe abarcar la paz interna. Una depende de la otra. La paz, la seguridad y la estabilidad están íntimamente relacionadas, desde adentro y desde afuera. La paz internacional se expresa en conflictos armados. La paz interna en algunos casos también, pero más frecuente y mucho menos regulada, enfrentamos hoy las crisis que, igualmente devastadoras, se expresan en formas de violencia distintas que ponen en igual o más grave peligro la vida y la integridad de las personas.

La sociedad internacional, su estructura y su funcionamiento, debe ser revisada para ajustar las reglas de relacionamiento y las instituciones a las nuevas realidades, para enfrentar los nuevos desafíos. Pero cualquier revisión debe estar precedida de los cambios necesarios en las sociedades internas que garanticen el Estado republicano, la democracia y la libertad.  Reconstruir el orden internacional, al menos revisarlo, supone necesariamente que los Estados que la conforman funcionen en democracia, en donde se respeten sus valores fundamentales, los derechos de los individuos, en resumen, dentro del Estado de Derecho.

A nuestro juicio, la sociedad internacional debe basarse en una Federación de Estados republicanos, es decir, de Estados en los que la Constitución sea representativa y se base en la libertad, la igualdad y la autonomía, como lo afirmaba Kant en su visión sobre la sociedad internacional y las relaciones entre los Estados. No podemos rehacer la sociedad internacional sin lograr que los Estados sean regidos por sistemas políticos y jurídicos que respeten la vida y la dignidad de las personas. Estados republicanos, participación colectiva, base de una sociedad internacional democrática e inclusiva.

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