Así desvalijó Hitler las riquezas y el wolframio de España en busca de oscuros secretos nazis durante la Segunda Guerra Mundial

Himmler es recibido por Franco y Serrano Suñer, en la recepción del Palacio de El Pardo

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Por Manuel P. Villatoro  Manuel P. Villatoro


Conocemos la Ahnenerbe como la secta ocultista nazi que dirigió extravagantes expediciones arqueológicas por medio mundo (desde el Tibet, hasta el Barcelona) en busca de artefactos a caballo entre el mito y la realidad. Algunos, tan famosos como la Lanza de Longinos o el Santo Grial. Pero la realidad es que fue mucho más que eso. Como bien explica el divulgador histórico Eric Frattini en su nueva obra, «Los científicos de Hitler», a partir de 1936 este grupo se dedicó a otros tantos menesteres tan turbios como orquestar la matanza sistemática de seres humanos en los campos de concentración o, incluso, arrebatar a la España de Franco tesoros visigodos y wolframio. Hoy, el autor de este ensayo histórico nos desvela la verdad…

¿Qué era, sobre el papel, la Ahnenerbe?

Realmente existen dos Ahnenerbe. La primera, la creada el 1 de julio de 1935, cuando Heinrich Himmler, ordena la creación de la Sociedad para la Investigación y Enseñanza sobre la Herencia Ancestral Alemana (Ahnenerbe). Himmler la creó con la única idea de que fuera una entidad pseudocientífica u ocultista para desarrollar y divulgar investigaciones dirigidas a apoyar y reafirmar las teorías nacionalsocialistas de la raza germana como origen de la raza aria y su pureza de sangre. La segunda, y mucho más peligrosa, fue la creada tras septiembre de 1936, cuando el propio Hitler ataca durante un discurso del partido en Núremberg a los pseudocientíficos de la Ahnenerbe a los que trata como “charlatanes”. Es entonces cuando por orden de Himmler, la Ahnenerbe abandona las búsquedas de objetos sagrados tipo ‘Indiana Jones’, para convertirse en algo mucho más peligroso.

Sus investigadores tenían como objetivo coordinar e inventar todo tipo de teorías, que nada tenían de científicas, para convencer al pueblo alemán de la necesidad de acabar con los homosexuales; acabar con la vida de casi 275.000 ancianos, adolescentes y bebés con enfermedades genéticas o malformaciones mediante el programa de liquidación ‘Aktion-T4’; la creación de ‘granjas’ de mujeres para oficiales de las SS y cuyos bebes eran entregados al programa Lebensborn; ayudar a determinar, para su posterior liquidación, quién entraba en los estándares de Untermenschen (subhumanos) frente a los Übermenschen (superhumanos) germánicos de raza aria; el apoyo oficial a la eugenesia; la organización del secuestro de un cuarto de millón de niños en los países ocupados para su posterior ‘germanización’; la dirección de experimentos en prisioneros de los campos, a los que se sumergía en agua helada, se les introducía en cámaras de presión para simular despresurización en altura, se les inoculaba el tifus o la malaria, se les quemaba vivos para saber el efecto del napalm en la piel, o se les obligaba a ingerir agua salada.

También diseñaron, lideraron y ejecutaron la política de saqueo de obras de arte de las naciones ocupadas; crearon en Estrasburgo, una colección de cráneos judíos para su estudio y para lo que asesinaron en las cámaras de gas del campo de Natzweiler a 150 hombres, mujeres y niños judíos; y así un largo y temible etcétera.

Eric Frattini
Eric Frattini – EF

¿Cuál era su estatus dentro del Tercer Reich?

Muy importante. La Ahnenerbe estaba bajo control absoluto de Himmler y este sólo reportaba a Hitler. En ese momento el Reichsführer era el hombre más poderoso del Reich, detrás de Hitler. Piensa que en 1936 ya era el máximo responsable de las SS, Waffen-SS, Gestapo, Oficina Principal de Seguridad del Reich (RSHA), Servicio de Seguridad (SD), Policía de Seguridad (SiPo) y Policía Criminal (KriPo). Además ahora, a través de la Ahnenerbe, Himmler controlaba el aparato académico de Alemania y que le permitiría controlar la política de natalidad el Reich, la eliminación de ‘subhumanos’, el expolio de las naciones invadidas o la investigación en los campos de concentración, entre otros. Pocos fueron los académicos que no aceptaron unirse a la esvástica y más cuando Himmler les advierte en un discurso de 1935: “Deben elegir si quieren estar con nosotros o contra nosotros. Cuidado. Pónganse de nuestro lado antes de que sea demasiado tarde.”

¿Qué tenía de ocultista y qué de científica?

La Ahnenerbe de 1935 era cien por cien ‘ocultista’. Himmler quería crear una especie de Camelot místico de la SS, con castillo y tabla redonda incluida. Durante sus primeros meses se dedicaron a buscar el Grial, la lanza de Longinos o los orígenes de la raza aria en el Tíbet, Dinamarca o Canarias. Después de 1936, la Ahnenerbe se convirtió en algo mucho más peligroso y letal, en una Ahnenerbe científica. Se convirtió entonces en una herramienta más de la poderosa maquinaria bélica de Alemania.

Estudios arqueológicos, investigaciones científicas… ¿Le debemos algo hoy (avances en algún campo concreto) a la Ahnenerbe?

Le debemos mucho. Piensa que la mayor parte de los científicos de la Ahnenerbe y que participaron en experimentos con prisioneros en campos de concentración y que pertenecieron al terrible ‘Instituto de Investigaciones Científico Militares’ acabaron en Estados Unidos o la Unión Soviética. Ellos y los resultados de sus experimentos. Por ejemplo Hans Eppinger, un famoso médico austríaco que había llevado a cabo terribles experimentos con gitanos para saber en cuanto tiempo morían tras ingerir gran cantidad de agua salada. Tras la guerra, Estados Unidos estableció en 1972 el Premio Eppinger que recibieron incluso receptores judíos del Nobel de Medicina. El New York Times descubrió en 1984, quién era realmente Eppinger. No solo ingenieros expertos en cohetes o combustibles sintéticos como Wernher von Braun aportaron sus conocimientos a los vencedores tras la guerra, también arqueólogos, geólogos, prehistoriadores, antropólogos, lingüistas, juristas, filósofos, genetistas, biólogos, botánicos.

Ernst Schäfer en el Tibet en 1937
Ernst Schäfer en el Tibet en 1937 – EF

Da la impresión, tras leer su libro, de que ha manejado mucha documentación de archivos oficiales y memorias de personajes destacados.

Para escribir el libro he consultado casi 600 obras sobre diversos temas relacionadas con el Tercer Reich, la ciencia, personajes, la Alemania de los 30. También diversos medios de comunicación de la época de Estados Unidos, Gran Bretaña o España, incluido el ABC. Pero sin duda la mayor colaboración la he recibido del Bundesarchiv, el archivo oficial del gobierno alemán. Ellos me facilitaron más de 800 documentos sobre la Ahnenerbe, fotografías de los protagonistas que aparecen en el libro, telegramas enviados entre líderes de la Ahnenerbe sobre asuntos concretos y documentos concernientes a los Juicios de Núremberg y en especial al llamado ‘Juicio a los Doctores’ de noviembre de 1946, en el que el secretario general de la Ahnenerbe, Wolfram Sievers fue condenado a morir en la horca por crímenes de guerra. Ha sido un buen trabajo de documentación.

¿Cómo comenzó la relación entre España y la Ahnenerbe? ¿fue solo gracias a Santa-Olalla?

Cuando Himmler llegó a España en octubre de 1940 traía consigo cuatro puntos importantes: la cooperación policial hispano-alemana, la seguridad para el encuentro de Hendaya, el suministro de wolframio y la posibilidad de llevar a cabo expediciones arqueológicas de la Ahnenerbe en nuestro país. Fue durante la visita de Himmler a El Escorial y Toledo cuando Himmler entabla contacto con el falangista y arqueólogo Julio Martínez Santa-Olalla, el cual hablaba perfectamente alemán debido a que había estudiado en la Universidad de Bonn. El arqueólogo español era un germanófilo convencido y un acérrimo simpatizante del nazismo. Santa-Olalla tenía buenos contactos académicos en Alemania y con su máximo líder Wolfram Sievers. En marzo de 1939, cuando el arqueólogo es nombrado comisario general de Excavaciones, decidió intensificar los contactos con la Ahnenerbe. Se dice que fue el propio Sievers quien dio la idea a Santa-Olalla de crear la Comisaría General de Excavaciones.

¿Qué le atrajo a Himmler de Santa-Olalla?

Durante la visita de Himmler, Santa-Olalla tuvo la oportunidad de compartir largas conversaciones con el líder de la SS. Incluso le expuso abiertamente sus radicales ideas sobre la «arianización de España» por los celtas y su total desprecio por los llamados pueblos íberos, ideas que también defendían los arqueólogos de la Ahnenerbe. Cuando Himmler regresó a Berlín impresionado con las teorías de Santa-Olalla, así se lo hizo saber a Sievers y a Walther Wüst de la Ahnenerbe. Aquello fue la apertura de puertas del mundo académico nazi a Santa-Olalla, que se convirtió en el amo y señor de la arqueología en España Si querías dar una conferencia sobre ello, en España, en la Alemania nazi, o en la Italia fascista, debías pasar antes por el despacho de Santa-Olalla.

Cuartel General de la Ahnenerbe en Berlín
Cuartel General de la Ahnenerbe en Berlín – EF

Se infiere que el CSIC nació a la imagen de la Ahnenerbe… ¿fue así?, ¿tuvo alguna otra relación con esta organización?

Sí. Martínez Santa-Olalla era un falangista acérrimo y su protector era José Luis Arrese, entonces secretario general de Falange, ministro de Franco y además amigo del propio Hitler, a quien visitó en Berlín en enero de 1943. Arrese creía que la ciencia en España debía estar más unida a los conceptos propagandísticos, como ocurría con la Ahnenerbe nazi, que a los conceptos católicos, como propugnaba el ministro de Educación José Ibáñez Martín. Arrese creía firmemente que la Ahnenerbe española debía quedar bajo el paraguas de la Falange al igual de lo que ocurría en Alemania con la SS. Ibáñez no estaba de acuerdo con esa teoría y junto a hombres del Opus Dei idearon su propia ‘Ahnenerbe’ mientras advertían a Franco sobre no dar tanto poder a los falangistas. Finalmente Franco optó por la idea de Ibáñez y el 24 de noviembre de 1939 se creó el CSIC, con una estructura muy parecida a la de la Ahnenerbe.

Arrese era un personaje extravagante. ¿Qué papel jugó en todo este entramado?

José Luis Arrese era un personaje curioso. Era un antisemita convencido. Incluso tras la ‘Noche de los Cristales Rotos’ en noviembre de 1938, los falangistas, animados por Arrese y el diario ‘Arriba’, decidieron atacar SEPU, la primera cadena de grandes almacenes de España, fundada en 1934 por los empresarios suizos de origen judío Henry Reisembach y Edouard Worms. Arrese era realmente un auténtico dolor de muelas para Franco, quien debía mantener ‘neutral’ a España, y mientras nadaba entre las presiones de los alemanes y los falangistas para entrar en la Segunda Guerra Mundial por un lado y las presiones de Estados Unidos y Gran Bretaña para que permaneciera neutral por el otro. La foto de Arrese con Hitler en enero de 1943, no ayudó en nada a la política neutral de Franco. Arrese caería en el verano de 1945, cuando Franco decidió cesar a los falangistas germanófilos, tras la victoria Aliada en Europa.

¿Por qué ese interés nazi en nuestro pasado visigodo y las pinturas rupestres?

De joven, Himmler pasaba largas horas leyendo las historias y leyendas de los reyes visigodos de España. Himmler en particular y la Ahnenerbe en general creían firmemente que los visigodos de España eran realmente descendientes directos de los pueblos germánicos orientales procedentes de Escandinavia y que poblaron Alemania, dando así inicio a la raza aria. Incluso la Ahnenerbe quiso llevar a cabo excavaciones en Canarias, para estudiar los rituales y prácticas religiosas de los nativos del archipiélago y analizar las «creencias primitivas de los guanches arios». El problema fue que Otto Huth, el arqueólogo responsable de la excavación decidió hacer una declaración pública en la que aseguraba que «la conquista de las islas Canarias por parte de los cristianos españoles constituía una terrible tragedia y uno de los más espantosos ejemplos de los venenosos efectos del judeocristianismo en el alma de la población europea». Aquello molestó mucho a Franco que se negó a dar el permiso de excavación a los alemanes.

Franco con Johannes Bernhardt (2º por la Izquierda)
Franco con Johannes Bernhardt (2º por la Izquierda) – EF

Mucho se ha hablado del wolframio, pero parece que la sociedad lo conoce muy poco. ¿Se extrajo a través de empresas “tapadera” con el beneplácito de Franco, o poco tenía el dictador que decir en todo este entramado?

Por supuesto que Franco lo sabía. El wolframio o ‘Elemento 74’ era necesario para la maquinaria bélica alemana para blindar sus tanques y la punta de sus piezas de artillería. Rolf Höhne del Departamento de Geología y Mineralogía de la Ahnenerbe, estuvo viajando por Galicia, El Bierzo, Zamora y Salamanca y por Portugal, desde 1936 en busca de materiales estratégicos para Alemania. Y en esto encontró wolframio. En 1939, una tonelada se pagaba a 8.316 pesetas; en 1941, a 32.032; en 1942, llegó a las 177.881 pesetas, y en 1943, a las 262.122 pesetas. Para controlar esta valioso fuente de ingresos Franco creó el Consejo Ordenador de Minas Especiales de Interés Militar (COMEIM). Mientras el wolframio se convertía en una importante fuente de ingresos para una deteriorada España de posguerra, Washington y Londres presionaban a Franco para que cortase el suministro. Todo el wolframio pasaba por las manos de un oscuro alemán llamado Johannes Bernhardt, quien consiguió el apoyo de Hitler a las tropas franquistas durante la Guerra Civil. Para que te hagas una idea las exportaciones de wolframio a Estados Unidos y Alemania, entre 1942 y 1944, cercanas a las 6.332 toneladas, suponían el 28 por ciento de todas las exportaciones españolas. Para Franco y la economía española era vital la exportación de wolframio.

Expediciones, búsqueda de objetos arqueológicos… ¿A quién podríamos llamar el “Indiana Jones nazi” de la Ahnenerbe?

Sin duda te diría que Ernst Schäfer. Él fue el arquetipo de hombre varonil, amante de la aventura, guapo, famoso, oficial de las SS, admirado por todo un pueblo, hábil escalador, tirador experto, cazador empedernido. Schäfer era el ‘hombre-aventurero’ al que todo miembro de las Juventudes Hitlerianas quería parecerse. Schäfer, quien dirigió expediciones al Tíbet por orden de Himmler, fue juzgado tras la guerra por ser oficial de una «organización criminal» (las SS), por lo que fue obligado a pasar por un proceso de «desnazificación». Entre 1945 y 1948, el explorador favorito de Himmler y la Ahnenerbe mostró un claro desprecio por Himmler y los suyos para así contentar a sus interrogadores estadounidenses. Schäfer mantuvo siempre que no era nazi, que «era solo un científico y no un soldado» pero realmente era un nazi redomado. Fue un hombre paradójico como lo fue Albert Speer, el arquitecto de Hitler. Creo que jamás entendió por qué fue condenado por su relación con el nazismo.

¿Qué hito no deberíamos olvidar de la Ahnenerbe y que ha sido pasado por alto? ¿Qué ofrece de novedoso su obra?

Yo creo que mi obra es una señal de alarma para lo que ocurre hoy en día. Mi libro es esencial para entender lo que ocurrió en Alemania entre 1933 y 1945. Las ideas tienen consecuencias, y aunque nos parezcan extravagantes, delirantes, pueriles o descabelladas hay que prestarles atención. Las personas pueden creer lo increíble, y lo estamos viendo hoy en España. Ya lo dijo el propio Hitler cuando afirmó que «no importa lo que es o lo que no es. Lo importante es lo que la gente cree que es». El poder de un sinfín de teorías irracionales, así como la forma en la que estas pueden utilizarse para justificar unos crímenes atroces, son el resultado de los estudios de la Ahnenerbe. Lo preocupante es que calaron profundamente en la mente de todo un pueblo y esto puede volver a ocurrir si no estamos en guardia. No debemos olvidar lo que ocurrió para que no vuelva a ocurrir. Ya lo dijo Hitler refiriéndose al culto pueblo alemán: “La primitiva simpleza de sus mentes les convierte en presa fácil de una gran mentira”.

 

 

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