El fenómeno del victimismo y cómo evitar caer en él

 César Mejías

Por Alvaro López B.


No sé si alguna vez, se han topado con personas que argumentan de la siguiente dramática forma: “¿Están diciendo que miento? ¿Por qué me atacan siempre?”. O que siempre culpan al resto, pero no se hacen cargo de su propia responsabilidad, y todo el tiempo se sienten atacadas, lamentando sus desgracias, y viviendo a la defensiva… O sea, que viven en “modo queja”. Pues bien, esas personas sufren de una especie de trastorno llamado “personalidad victimista”, mentalidad victimista o victimismo, y su forma de relacionarse se basa en culpar a los demás, sin asumir la responsabilidad en los hechos que les afectan.

Hoy, en El Definido, les contaremos todo sobre esta manera de ver la realidad, y lo más importante, cómo evitarla.

¿Qué es exactamente el victimismo?

Hay muchas personas que han sufrido experiencias muy terribles, que dañarían a cualquiera, y que han sufrido desde efectos psicosomáticos, hasta trastornos por estrés post traumático. Es comprensible, entonces, que tengan secuelas emocionales que duren largo tiempo.

Pero hay otras personas, que se sienten atacadas y “dañadas” por todo: lo han convertido en una estrategia para obtener ventajas, y para compensar debilidades que no pueden superar o aceptar en su interior. Porque, en el fondo, ser siempre una víctima les reporta algunos beneficios. Les permite no hacerse cargo de sus actos (nunca son responsables de lo que pasa), tienen el “derecho” de quejarse y recibir atención (y de hecho así ocurre, les prestan atención), reciben menos críticas, se pueden volver el centro de atención, e incluso, ya no se aburren porque sus vidas son muy dramáticas.

En resumen, obtienen atención, se sienten (de cierta forma) valoradas, y adquieren cierto poder sobre otras personas. Y eso lo hace adictivo.

Características básicas

De acuerdo a diversos autores, estas son algunas de sus características:

Tienen una percepción alterada de los hechos: creen realmente que no son responsables por ninguno de sus actos, y que la culpa de todo, siempre es de otros. En el fondo, consideran que tanto lo bueno como lo malo, se deben a causas ajenas a su voluntad. Además, tienden a exagerar los aspectos negativos, lo que les hace ser más bien pesimistas, y por eso también les cuesta ver los aspectos buenos de la vida.

La lamentación los potencia: como piensan que son víctimas de las circunstancias, pasan todo el tiempo lamentándose y quejándose, lo que produce una sensación de autoafirmación: “si me lamento… debe ser por algo”, cosa que eventualmente retroalimenta su círculo de quejas.

Son desconfiados y buscan culpables en todo: hay un cierto aspecto paranoide en estas personas, y es que piensan que los demás actúan siempre de mala fe, contra ellos, naturalmente. Por lo tanto, son desconfiados y no creen que alguien actúe con buenas intenciones. Además, como efecto secundario, les permite encontrar siempre alguna agresión o insulto, por más pequeño o imaginario que sea. Y así también refuerzan su papel de víctimas, exagerando el más mínimo detalle.

Son incapaces de autocrítica: están convencidos de que nunca son responsables de nada, por lo tanto, son incapaces de ver en ellos mismos, algo que se pueda mejorar o criticar. Y por lo tanto, son tremendamente intolerantes y críticos con los errores de los demás, mientras que encuentran mínimos y muy justificables, los propios.

Usan expresiones características: usan ciertas expresiones o marcadores lingüísticos, muy útiles para manifestar que no son capaces de hacer algo (“No puedo…”), que no tienen opciones (“Tengo que…”) , que son incapaces de responder (“No sé…”) o que todo es inevitable (“Siempre me pasa…”).

Las 3 estrategias del victimismo

Una persona que vive en el victimismo, necesita alimentarse con la simpatía, atención y compasión de los demás. Para esto, recurre a varias estrategias.

1. Buscan llamar la atención: lo hacen a través de la queja y el lamento. Si la persona no lo consigue, trata de hacer sentir mal a los demás, por no protegerle siendo que es tan “débil”.

2. Retórica victimista: cuando tienen un desacuerdo o una discusión con alguien, evitan los argumentos lógicos, y se centran en caracterizar al otro como un agresor, exagerando las consecuencias de sus dichos, y tratando de dejarlo como una persona extremista, autoritaria y sin empatía (a eso se le llama “retórica centrista”). Entonces la opinión del otro ya no es una opinión, sino un intento de imponer puntos de vista, o derechamente un ataque.

¿Les suenan las expresiones “ya estás imponiendo tu opinión”, o “me estás atacando”? En este punto, la reacción puede ser incluso muy agresiva. Esto ocurre especialmente cuando se trata de hechos irrefutables, de los que inmediatamente huyen victimizándose. Y lo mismo si ven que no pueden convencer a alguien, escapan apenas se dan cuenta que no podrán hacer su juego, culpando al resto y tratando de chantajearles emocionalmente.

3. Chantaje emocional: consiste en tratar de hacer sentir culpables a las otras personas por no ayudarles o prestarles atención. Mientras mejor conocen a la otra persona, más pueden atacar sus puntos débiles, y decir cosas como: “con todo lo que hago por ti, y así me tratas”. Para esto, son muy proclives a sacrificarse por el resto sin que se los hayan pedido, pero no desinteresadamente, sino con la oculta intención de utilizar ese sacrificio, como moneda de cambio por atención constante y acrítica.

Cómo evitarlo o superarlo

El victimismo es un problema que puede llevar a la depresión e incluso a un trastorno paranoide. Muchas veces, es causado por problemas en la infancia, donde la única forma de recibir amor era a través de actuar como víctima, o también aprendiendo patrones afectivos de los adultos alrededor, e incluso puede ser producto de un evento muy traumático, como un abuso sexual bloqueado en la memoria.

Sin embargo, es una condición que se puede superar. Muchas veces la persona no puede evitar comportarse de esa forma, aunque por supuesto, siempre hay un porcentaje de manipuladores que sí son conscientes de lo que pasa.

Por parte de quienes rodeamos a un victimista, lo mejor es fijar límites firmes, pero con delicadeza, explicando con paciencia que no tenemos mucho tiempo, a menos que quiera discutir una solución real a sus problemas. A lo cual, por lo general, la persona responderá ya sea enojándose, o tratando de llenarnos de culpa: ¿qué clase de amigo/colega/pariente eres, que no me entregas compasión?, dirán. Pero es una de las mejores formas de lidiar con el tema.

Ahora, si nos damos cuenta que nosotros mismos caemos en un comportamiento victimista (por ejemplo gracias al presente artículo, ejem, ejem), desde la psicología se recomienda recurrir a los siguientes pasos para empezar a superar el problema:

  • Hacer una lista de deseos y metas, y asumirlos como propios.
  • Escoger un objetivo de la lista, y hacer un plan concreto para cumplirlo. Con fechas y acciones concretas. En otras palabras, es permitirse la oportunidad de tomar riesgos, y así salir de la mentalidad victimista.
  • Examinarse honestamente. Preguntarse: ¿culpo a otros de lo que sale mal, porque temo equivocarme, o asumir responsabilidades?
  • Darse un tiempo para hacer algo que deseamos y nos guste hacer.
  • Si el problema nos supera y nos es difícil salir de esta actitud, siempre es bueno consultar a un profesional, como un psicólogo por ejemplo, para desarrollar una autoimagen y una forma de relacionarse más sana y plena.

También, es posible recurrir a algunos consejos que hemos dado anteriormente para reprogramar nuestro inconsciente, cambiando cómo hablamos; o bien para entrenar nuestro cerebro y ser más optimistas, e incluso haciendo caso a lo que Victor Küppers tiene que decir sobre la felicidad.

Es importante, entonces, darnos cuenta que nuestra vida está en nuestras propias manos, y que culpar a otros por cosas que son consecuencia de nuestro actuar, aparte de ser inútil y un poco tontín (o sea, quién nos va a creer que sieeeeeempre nos va a ir mal por culpa de otros, ¡si el único factor común es uno mismo! ¡Dos dedos de frente, chiquillos!), es una pérdida de tiempo, pues nos quedamos estancados, cerrados en nosotros mismos, mientras el mundo cambia y nos perdemos la oportunidad de vivir una vida plena y realizada.

Por lo tanto, es importante hacerse cargo de nuestra propia vida, porque nadie la vivirá por nosotros, ¡y es tan linda! ¿Para qué hacerse los lesos? ¡Vivamos!

¿Qué otras cosas aconsejarías para evitar el victimismo?

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *