Los generales malditos de Hitler: genios odiados por el Reich que podrían haber ganado la IIGM

El general Erwin Rommel

Infobae

Por Manuel Villatoro  Miembros – Página 6 – CLUB LE CARRE


Adolf Hitler, gran jerarca del Reich y asesino confeso de millones de personas, abandonó este mundo paranoico y trémulo como una rama. En la oscuridad del ‘ Führerbunker’, el hombre que se atrevió a retar a Europa y orquestó la Segunda Guerra Mundial besó su Walter PPK convencido de que sus hampones le habían abandonado en favor de los aliados. Veía enemigos por doquier y eso, unido al pavor que sentía hacia el Ejército Rojo, le hizo tomar la decisión de suicidarse junto a su esposa. «Algunos de mis generales y oficiales me han traicionado. Mis soldados no quieren continuar», repitió aquellos días de 1945 a todo aquel que se le acercó.

Puede que en algunos casos tuviera razón, no hay más que señalar las puñaladas a desmano de Heinrich Himmler y de Hermann Göring, pero lo cierto es que aquellos que creía traidores eran, en muchos casos, militares de carrera con tantas canas como oficio a sus espaldas. Hombres de la talla de Heinz Guderian dispuestos a plantearle, por muy molesto que le resultara, que su buen toque y su sexto sentido a la hora de dirigir grandes operaciones militares no sustituían, en ningún caso, a los conocimientos de un oficial veterano. Y, por descontado, altos generales preocupados por el devenir de Alemania y convencidos de que era necesario capitular para evitar más muertes inútiles durante la defensa de Berlín.

 

 

Esos ‘traidores’ suponen el grueso de una obra con mucha solera (‘Los generales de Hitler’) que vio la luz en 1944 de la mano de Wilhelm S. Hart, un antiguo oficial del ejército alemán que escapó del Tercer Reich y se alistó en las fuerzas británicas para combatir contra el ‘Führer’. Casi nada. En el libro, el militar analizaba la figura de hasta nueve oficiales con los que había mantenido trato personal antes de desertar. La mayor parte de ellos, contrarios o críticos con el régimen nazi. El contenido causó un gran revuelo, pues, en una Europa inmersa en la Segunda Guerra Mundial que todavía veía al Tercer Reich como un bloque monolítico y sin fisuras, era algo inusitado zambullirse en los resquicios del poder.

La obra causó furor y, en pocos meses, fue traducida al castellano. A España llegó en 1945, el mismo año en el que ABC la reseñó para sus lectores bajo el título de «Los generales de Hitler». En el artículo, el periodista analizaba, con ayuda del libro en cuestión, la figura de los militares más destacados de la ‘Wehrmacht’ durante la Segunda Guerra Mundial.

Los dos grandes

Para Hart, el mayor genio militar germano durante la Segunda Guerra Mundial fue Gerd von Rundstedt, al que llamó «el gran sacerdote de la estrategia». «Con gran diferencia, era el mejor del que disponía Hitler». Su carrera fue tan turbulenta como exitosa. Considerado un héroe en Alemania, se retiró en 1938 por diferencias con el nazismo, aunque regresó a primera línea de batalla cuando el ‘Führer’ invadió Polonia. Después intentó limar sus asperezas con el alto mando, pero dimitió de todos los puestos que le fueron dados de forma sucesiva. Estaba convencido de que el dictador no tenía idea de lo que suponía comandar un contingente. Según el autor, tuvo además sus discusiones con Wilhelm Keitel, «que era, con excepción de Kleist, el menos competente de los oficiales».

Otro de los mejores generales de los que disponía Alemania, al menos en palabras de Hart, era Walther von Brauchitsch. Miembro de la ‘Reichswehr’, el cuerpo de artillería, fue en principio agraciado con la bendición del ‘Führer’ y ascendió hasta ser nombrado comandante en jefe de las fuerzas terrestres germanas. Sus primeras operaciones militares se contaron por grandes éxitos: Polonia, Bélgica, los Países Bajos, Francia…

El Capitán General del ejército alemán, Walther von Brauchitsch

El Capitán General del ejército alemán, Walther von Brauchitsch – ABC

Por desgracia para él, cayó en desgracia tras el desastre que supuso la ‘Operación Barbarroja’. «Si hubiera seguido en su puesto solamente unas semanas, esto habría terminado en una catástrofe. No es un soldado, es un incapaz. Algún día se sabrá lo que han sido para mí estas cuatro semanas», afirmó Hitler poco después de relevarle, allá por 1942.

Para Hart, en cambio, Brauchitsch fue un militar veterano que «podría servir y tomarse como ejemplo para la reeducación del pueblo alemán», que gozaba de unos modales impecable y que sabía tener un trato agradable con la tropa. «Si tal hubiera sido su deseo, podía haber entrado en la política, llevando como acervo su sinceridad y su cultura». Además, según el autor era partidario de no abrir dos grandes frentes en Europa; máxima que podría haber dado la victoria a Hitler y que también apoyaba Rundstedt. «Pensaba que cualquier potencia continental que desee derrotar a Gran Bretaña ha de tener necesariamente como aliado a Estados Unidos, y si ello no es posible, entonces cualquier potencia que desee dominar el continente europeo debe contar con Inglaterra como aliada».

Aquellas ideas, según el autor, habían sido suscritas por el mismo Hitler en su ‘Mein Kampf’. Pero parece que, una vez que llegó a la poltrona, se olvidó de ellas por culpa de la violencia de su carácter y las adulaciones de su séquito de incompetentes. «Si el ‘Führer’ no hubiese subordinado el Ejército al partido; la realidad al sueño; el arte militar a la fantasía; la verdad al engaño voluntario; un Brauchitsch a un Keitel, otra hubiera sido la historia de Alemania en estos últimos años y mucho menos lúgubre sería el destino de la nación germana. Pero los militares de verdad fueron sacrificados a aquellos que supieron explotar la cuerda sentimental del ‘Führer’ o conseguir la amistad del todopoderoso Himmler», opinaba el redactor de ABC.

Muerte rápida

El tercer gran genio militar que, en palabras de Hart, podría haber dado la victoria a Hitler fue Werner von Fritsch. Quizá la suya sea la historia más desconocida. Nació en 1880 y se alistó en ejército alemán decidido a combatir en la Primera Guerra Mundial. Poco después de la subida de Hitler al poder se convirtió en comandante en jefe de las fuerzas armadas. Hasta aquí, su pasado es equivalente al de otros jerarcas nazis. Casi clónico. Sin embargo, su carrera se torció después de la Noche de los Cuchillos Largos –el enfrentamiento entre las SS y las SA–. Tras aquel baño de sangre, este veterano oficial entendió que el nazismo no era más que un avispero lleno de asesinos dispuestos a asentarse en el poder al precio que fuera.

El mariscal Erwin Rommel, en el frente de África durante 1942

El mariscal Erwin Rommel, en el frente de África durante 1942

Sus discrepancias con Adolf Hitler acabaron con su carrera. Aunque a nivel oficial el dictador no tomó represalias contra él, sí ayudó a extender los rumores de que era un homosexual y que mantenía una relación con un prostituto local. La ‘Jewish virtual library’ afirma que el comportamiento del gobierno hacia este militar fue «vergonzoso e hizo que otros tantos generales se convirtieran en enemigos del régimen». Fuera como fuese, Fritsch no pudo volver al ejército hasta que el advenimiento de la Segunda Guerra Mundial hizo que el Reich recurriera a él por culpa de la falta de oficiales con experiencia.

Se podría decir que el ‘Führer’ tuvo suerte, pues el bueno de Werner von Fritsch, de aspecto vetusto y decidido, murió durante la invasión de Polonia después de que el disparo de un francotirador impactase de lleno en su pierna. Según narra José Delgado en ‘Diario de la Segunda Guerra Mundial’, se negó a ser trasladado al hospital y murió desangrado, aunque existe cierta controversia sobre ello. Lo que es seguro es que Hitler respiró aliviado al enterarse del suceso. A partir de entonces pudo endiosar a un oficial al que, durante años, había hecho la vida imposible. «Ni Rundstedt ni Brauchitsch son juzgados en Nüremberg, y tampoco se sentaría en el banquillo Von Fritsch si viviese, es decir, si en el frente polaco no le hubiesen asesinado los nazis [sic]», afirmaba el periodista de ABC.

Un zorro y un pez

Poca presentación requiere el que fue el último de los grandes generales de Hitler para Hart. Erwin Rommel; un oficial adorado por la tropa, respetado por sus enemigos y considerado por muchos historiadores el genio de la táctica que a punto estuvo de dar buena cuenta de los británicos en África. Pero también un hombre de corazón germano que permitió (aunque no apoyó de forma tácita) las conspiraciones para acabar con el ‘Führer’.

Con todo, en la obra no había solo loas. Además de Keitel (al que definía como un oficial obsesionado por ascender en el escalafón a golpe de besar posaderas), Hart cargaba también contra generales como Karl Dönitz, al frente de la ‘Kriegsmarine’ durante la mayor parte de la Segunda Guerra Mundial y sucesor de Hitler durante unas pocas jornadas. «No valía mucho el Gran Almirante Dönitz, ‘Führer’ número 2 con carácter efímero, que para encaramarse confiaba más en el apoyo de su antiguo amigo Himmler que en sus colaboradores navales», confirmaba, en este caso, el periodista de ABC en su crítica a la obra.

 

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