A la caza del villano: el juicio ‘brutal e injusto’ contra el culpable de la tragedia del Titanic

El 24 de abril de 1912, ABC publicó las palabras con las que el presidente de la «White Star Line» se defendió ante el tribunal por haber subido a un bote: «No había más mujeres y niños»

 El Titanic sale de puerto

Por Manuel P. Villatoro     Manuel P. Villatoro


La apacible noche del 14 de abril de 1912 se convirtió, de repente, en una auténtica pesadilla para Joseph Bruce Ismay, el presidente de la naviera «White Star Line». Tras notar un impacto en su buque insignia se levantó de la cama, se puso una chaqueta para evitar el frío del Atlántico y acudió al puente de mando del «Titanic» decidido a saber qué diantres había pasado. Más le valdría haberse quedado dormido, pues tras intercambiar unas palabras con los oficiales se enteró de la triste noticia: habían chocado contra un iceberg y el transatlántico estaba condenado. A partir de entonces, este curioso personaje se dedicó a ayudar a la tripulación en todo lo que pudo. Desde organizar a los pasajeros en cubierta, hasta dirigir a los marineros. Después, subió a un bote salvavidas.

Bruce Ismay, el hombre que había soñado con un palacio flotante capaz de enfrentarse a la «Cunard» (la eterna enemiga de la «White Star Line») logró salvar la vida. Aunque a un precio muy alto, eso sí. Y es que, en los siguientes meses la prensa cargó contra él acusándole de cobarde por no haber dejado su lugar a una mujer o a un niño. Por si fuera poco, tampoco le ayudaron los rumores que afirmaban que había presionado al capitán Edward Smith para aumentar la velocidad del barco. Todo ello, para asombrar todavía más a sus competidores y a pesar de que se habían divisado icebergs en las mismas aguas que debían atravesar.

 

En las siguientes jornadas la pesadilla de Ismay se hizo más grande si cabe cuando el Senado organizó una comisión para esclarecer los hechos y le convocó como su primer testigo. Como era de esperar tras los continuos ataques de los reporteros, una de las preguntas a las que tuvo que hacer frente fue por qué no había dejado su sitio en el bote a una mujer o a un niño. Sus respuestas fueron recogidas por el diario ABC el 24 de abril de 1912 bajo el titular «Bruce Ismay defiende su conducta». Y no pudieron ser más surrealistas. Conmocionado, llegó a señalar que «todas las mujeres y los niños estaban ya en salvo cuando dejé el Titanic» o que «todos los hombres habían tomado disposiciones para salvarse cuando pensé en mi».

 

 

Juicio a Ismay

Esta historia comieza poco después del hundimiento del bajel. El miércoles 17 de abril, dos jornadas después de la catástrofe, el diario ABC informó del rescate de varios supervivientes. Y, entre ellos, destacaba el presidente de la «White Star Line».

«Un despacho de Nueva York, con referencia a un radiograma recibido en Cape Race, dice que los náufragos del Titanic, recogidos a bordo del Carpathian, son 208 pasajeros de primera, la mayoría mujeres y niños; 55 de segunda, todos niños y mujeres; 412 de tercera y 193 tripulantes, o sea, un total de 868 personas. El hecho de que la mayoría de los salvados sean mujeres y niños demuestra que tanto el capitán como los oficiales supieron mantener a bordo la disciplina hasta el último momento. El Carpathian llegará á Nueva York el jueves por la tarde. Entre los pasajeros que han logrado salvarse se sabe hasta ahora que figuran la señora de Rostehild, el Sr. Thager, presidente de la Pensilvania Raihvad; el señor Duff London y su esposa y el Sr. Bruce Ismay, copropietario de la Compañía White Star, armadora del barco».

A partir de entonces comenzó otra pesadilla para Ismay. El día 23 de ese mismo mes, por ejemplo, el ABC hacía referencia a la tensión que se vivía en Estados Unidos.

 

 

«Comunican de Nueva York que a medida que se van haciendo revelaciones concretas sobre las causas de la catástrofe del Titanic, la opinión pública se muestra más excitada. El presidente de la White Star Line, míster Bruce Ismay, es objeto de implacables odios. Se le considera como el principal responsable de la catástrofe. Para explicar cómo se salvó del naufragio, alega que él no era más que un pasajero voluntario; pero se estima unánimemente que, como presidente, de la Compañía, debió quedarse detrás del capitán Smith y no dejar su puesto mientras quedase una persona a bordo».

Uno de los que más inquina demostró contra Ismay fue el senador Rayner, de Maryland, quien atacó al presidente de la «White Star Line». El político le acusó de ser un imprudente y de albergar «un desprecio estúpido por el peligro» y haber provocado la muerte de «centenares de personas». «Ante semejante calamidad, invocamos el poder de las leyes y la justicia reparadora», añadió.

 

 

Lo cierto es que no se refería tanto a que hubiera sobrevivido, como a las habladurías que decían, ya por entonces, que había convencido al capitán Smith de que debía aumentar la velocidad del bajel para asombrar a la prensa. La misma noticia de ABC hacía referencia también a estas insinuaciones:

 


 

«El Sr. Ismay ha declarado que el buque marchaba a una velocidad de 21 nudos. Sus palabras están en contradicción con las de un contramaestre, que ha dicho que iba a 23. La comisión investigadora del Senado ha negado autorización al presidente de la White Star Line para regresar a Inglaterra mientras no se esclarezcan las causas del siniestro. El comandante Penchen, de Toronto, ha asegurado que la maniobra de salvamento dejó mucho que desear. Los marineros no sabían cuál era su sitio en la lancha de la que debían encargarse. La lancha en que él se salvó iba dirigida por un contramaestre, que se negó á recoger varios náufragos, a pesar de que tenían sitio en la embarcación».

Ismay fue el primero en testificar en aquel interrogatorio, y sus palabras fueron tan llamativas que las recogió también el ABC el 24 de abril de 1912.

 

 

«Si yo creyese remotamente que había cometido algún acto censurable, no querría vivir un solo minuto más. Yo seguí mi suerte, cuando llegó, como otros muchos. No la busqué. Lo aseguro. Todas las mujeres y los niños estaban ya en salvo cuando dejé el Titanic. Todos los hombres habían tomado ya sus disposiciones para salvarse cuando yo pensé en mí. Llegó mi turno. No hay en los barcos más que dos clases de personas: la tripulación y los pasajeros. Pues bien; yo estaba a bordo como un pasajero».

Durante horas, Ismay defendió que, en efecto, era el director de la compañía, pero también indicó que era un pasajero normal. «¿En qué momento empiezo a ser director? ¿En qué momento ceso de ser pasajero? ¿Quién puede decirlo?». También insistió que «no he quitado el sitio a ningún hombre». «He ocupado mi puesto, porque no me considero diferente a los demás pasajeros que podían haber hecho lo que yo hice», añadió.

 


 

«Cuando bajé a la lancha, la última que quedaba, yo era, en realidad, el único que estuvo a tiempo para ocupar un sitio de los que quedaban. No tenía que ocuparme de otros que creían, tal vez, que había más embarcaciones. De una cosa estoy enteramente seguro; que todas las mujeres, excepto las que no quisieron separarse de sus maridos, o tal vez las que habían salido de su camarote, todas las mujeres, repito, habían salido del Titanic antes de que pusiese yo el pie en la lancha. Las acusaciones que la Comisión senatorial ha formulado contra mí son brutales e injustas».

 

 

 

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *