Miguel Díaz-Canel asume el mando del Partido Comunista cubano tras la salida de Raúl Castro

ADALBERTO ROQUE / AFP


Como se esperaba, el VIII Congreso del Partido Comunista de Cuba eligió el lunes al presidente Miguel Díaz-Canel como máximo líder de la formación y oficializó la salida del Buró Político de los tres históricos que quedaban en la cúpula del PCC: Raúl Castro, de 89 años, José Ramón Machado Ventura, de 90, y el comandante Ramiro Valdés, de 88. El nuevo Buro Político, que hasta ahora tenía 17 miembros, se reduce a 14 y elimina el cargo de segundo secretario. A la máxima instancia partidista entran cinco nuevos miembros y 9 de sus integrantes han sido ratificados. El primer ministro, Manuel Marrero, hombre de confianza de Díaz-Canel, y Luis Alberto López Rodríguez Callejas, principal responsable de GAESA, la corporación empresarial del ejército que controla las más importantes esferas de la economía, son dos de los nuevos incorporados que acompañarán en la cúpula a Díaz-Canel, quien nada más ser elegido Primer Secretario del PCC aseguró que Raúl Castro “continuará presente” y se le seguirán “consultando” las “decisiones estratégicas del futuro de la nación”.

La edad promedio del Buró Político antes estaba cerca de los 70 años y ocho de sus miembros superaban los 75. Ahora se reduce considerablemente, como símbolo del “relevo generacional” impulsado por Raúl Castro con el propósito de entregar el testigo del mando a una nueva generación de dirigentes comprometidos con la “continuidad histórica” y el modelo socialista.

Más allá de lo simbólico del relevo en la cúpula partidista, los resultados del Congreso fueron los esperados. No habrá ningún cambio en lo político. Cuba seguirá siendo un país de partido único y economía planificada, en el que el Estado y la empresa estatal seguirán ocupando el lugar preponderante. Es cierto que en los discursos y en los documentos firmados se reconoce claramente el papel de las llamadas “formas de gestión no estatal”, esto es, del sector privado y cooperativo, admitiéndose que estos serán cada vez más relevantes y que el propósito es que “contribuyan” al país para salir de la crisis. Y he aquí un punto importante. El cónclave de los comunistas cubanos dejó también clara su visión política de que los actores económicos privados son un “complemento” de la economía estatal centralizada, no una apuesta principal dentro del modelo económico.

Uno de los asuntos más relevantes de este Congreso era precisamente o saber hasta donde se estaba dispuesto a llegar en los cambios y transformaciones económicas, y sí se iba a bendecir por fin una reforma de calado o no. Los que esperaban esto último quedaron defraudados, pues desde el primer día, al presentar a los delegados el informe central, Raúl Castro dejó dicho que la apertura al sector privado tendría “límites”.

“Se ha demandado el ejercicio privado de algunas profesiones, mientras que a las demás no se les permite”, dijo en un momento de su discurso, para acotar de inmediato: “parecería que el afán de egoísmo inicia el proceso del desmontaje del socialismo, por ese camino se destruirían los sistemas de salud y educación, gratuitos y de acceso universal”. Luego habló de los trabajadores autónomos que reclaman la importación comercial privada, lo que, a su juicio, supondría establecer “un sistema no estatal de comercio”. “Son estas cuestiones que no pueden generar confusión. Hay límites que no podemos rebasar porque llevaría a la destrucción del socialismo, porque las consecuencias serían irreversibles y conducirían a errores estratégicos y la destrucción misma del socialismo, y por ende de la soberanía de la nación”, dijo a los 300 delegados que asistieron al encuentro en el Palacio de las Convenciones de La Habana.

Algunos economistas, dentro y fuera de Cuba, expresaron su desánimo por estas líneas rojas dejadas por los ‘históricos’ a sus herederos. “Creí que finalmente los dirigentes cubanos habían comprendido que era necesario combinar los distintos tipos de propiedad para impulsar el desarrollo del país y que consideraban que también los emprendedores privados podrían aportar al desarrollo del país, incluso desde la perspectiva del socialismo. Me queda claro que esa no es la perspectiva de la dirección cubana”, expreso el economista cubano Mauricio de Miranda, cuestionándose: “¿Significa esto que, una vez más, los trabajadores por cuenta propia serán usados para resolver los problemas más graves y cuando estos hayan pasado serán nuevamente objeto de anatematización?”.

Quienes tratan de ver las cosas en positivo señalan que Raúl fue a la vez pragmático en su informe cuando criticó ante los suyos el “exceso de burocracia” y la parsimonia ante los necesarios cambios. “No han dejado de estar presentes problemas estructurales del modelo económico que no proporciona suficientes incentivos para el trabajo y la innovación. Para transformar de manera irreversible este escenario, se impone imprimir mayor dinamismo al proceso de actualización del modelo económico y social”, indicó el líder comunista antes de ceder el testigo de la revolución a Díaz-Canel.

Será probablemente la vida y las urgencias económicas las que determinen de qué modo se conjugarán y combinarán a corto y medio plazo las variables continuidad y reformas, que son clave en Cuba.

Los nombres lo dicen todo y revelan el conflicto. El VIII Congreso del PCC aprobó diversos documentos económicos, entre ellos la denominada “Actualización de la conceptualización del modelo económico y social cubano de desarrollo socialista” y la “Resolución sobre el Estado de la implementación de los Lineamientos de la política económica y social del Partido y la Revolución desde el 6to. Congreso hasta la fecha y la actualización de estos para el período 2021-2026”.

Para salir de la gravísima crisis que atraviesa el país, que tiene su causa en la ineficiencia y los problemas estructurales de su economía centralizada, agravados por los efectos de la pandemia y el recrudecimiento del embargo norteamericano, Cuba debe abrir su economía y liberar las tan mentadas “fuerzas productivas”. Pero ello implica transformar el modelo e ir decididamente hacia una economía mixta, algo que plantea retos políticos e ideológicos que el gobierno, más tarde o más temprano, deberá enfrentar.

 

 

El País 

 

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *