Argentina – Brasil, la batalla de dos colosos por la Copa América

La Nación

Por Mario Medina 


Hace 28 años fue la última vez que Argentina ganó una Copa América. Recuerdo con nitidez aquel domingo por la tarde, sobre todo por una peculiaridad. Desgraciadamente, no pude estar en mi casa para ver el partido. La pasión y el deseo por ver el partido me condujeron a la desesperación. Fue entonces que opté por visitar a una querida familia colombiana para ver el partido.

Tuve suerte. Apenas el cotejo empezaba. Los mexicanos se adelantaron en el marcador por un claro penal. Sin embargo, a pesar del importante esfuerzo de los aztecas, la selección argentina se impuso con dos golazos de Gabriel Batistuta.

Esa fue la última vez que vi Argentina coronarse campeón. Desde entonces, los gauchos han caído en una sequía que esta noche podría terminar. Se dice fácil que han pasado 28 años, pero no es así. Esos 28 años son la mitad de mi vida, para otros ha sido una vida entera. Lo cierto es que le ha tocado a una generación entera tragarse todos los sinsabores de la celeste y blanca.

La reflexión obligada es por qué Argentina siendo una potencia del balompié mundial ha tenido que vadear en un estado de postración tan intenso que le ha negado campeonar a más de una valiosa camada de jugadores.

Si los motivos que han inclinado la balanza en contra de los argentinos durante tantos años han sido políticos, deportivos o extra deportivos esta noche no importan. La verdad es que los chicos argentinos para mí ya han ganado, independientemente de que ganen o no en el terreno de juego.

Han ganado por la perseverancia, por la unidad de un grupo que cree en una idea futbolística, ganaron por la disciplina y el profesionalismo, y por un tal Messi que se niega a darse por vencido.

El periodismo argentino, o mejor dicho, un sector del periodismo de ese país, desvirtuando la profesión se han convertido a la fuerza en inquisidores de oficio, al extremo que son ellos los que se creen con el derecho absoluto de elevarle la vara al diez del Barcelona.

Embriagados por el fanatismo se niegan a reconocer la trayectoria impecable de la pulga objetándolo por cuestiones meramente subjetivas como lo son el liderazgo y la personalidad. Cacarean sin cesar las finales pérdidas, mientras los consume el vacío, la necesidad efímera de alimentar el ego con un triunfo que los haga sentir que son algo en el universo del futbol.

Esa es la realidad no solo del periodismo y del futbol argentino, sino de un país que se está cayendo a pedazos.

El triunfo argentino ante Colombia por penales, la euforia y el liderazgo de Messi, la mística de un equipo de trabajo son elementos dignos de encomio que se pueden emular a todo nivel. Por esa razón es que insisto que los chicos argentinos ya ganaron, y ganaron sin jugar por todo lo que han hecho en el proceso. En ese contexto, creo que ningún periodista deportivo por más reconocimiento que tenga está en el derecho de señalar a Messi y compañía.

Que se dediquen a informar, y que los expertos sean los que opinen, en especial, los que se han se han ataviado con la camiseta blanquiceleste, porque son ellos los que han sentido en carne propia el rigor de representar a un hermoso país como lo es Argentina.

Al frente está ni más ni menos que Brasil, el pentacampeón del mundo, un conjunto que por tradición siempre merece ganar. ¡Que esta noche gane el mejor! Y, si Argentina se consagra, que sea para coronar, no solo la carrera de Messi, sino el esfuerzo y la fe de un puñado de jugadores que creen ciegamente que ha “llegado la hora de dar el golpe”.

 

 

 

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