De pandemias, geopolítica, indignaciones y dobles estándares

                                                                                                                          Revolución de mayo de 1968 en Francia
Desde Abajo
Por Fabián Calle     

Una pandemia, con los devastadores efectos en la salud pública en parte sustancial del planeta, caídas masivas del empleo y pérdida del poder adquisitivo de miles de millones de personas, da lugar a escenarios de enojo, angustia y búsqueda de responsables. Sin duda esta crisis marca un antes y un después de la visión sobre China en parte sustancial de los países y sociedades. Haya sido producto de la ingesta de animales salvajes crudos en Wuhan o una fuga involuntaria del virus del laboratorio biológico instalado en esa región, lo que no cabe duda es que el origen fue ahí. Diversas potencias y especialistas han venido cuestionando el manejo poco trasparente y los avisos más que tardíos hechos por China. El tendal de muertos y daños económicos no será fácilmente olvidado, más allá del envió por parte de Beijing de material médico y logístico.

Esto se combina con el momento en que la dirigencia de los EEUU y el poderoso sector de las empresas de alta tecnología de ese país han asumido formalmente que el ascenso chino ya constituye una clara y evidente amenaza a la seguridad nacional. La puja por el 5G en materia de comunicaciones es uno de los principales campos de batalla, pero no el primero ni el último. Esta combinación de competencia estratégica a pleno y el COVID-19, no pueden hacer más que deteriorar al extremo el ambiente y estabilidad del sistema internacional. Al nivel de otros países y regiones, la crisis socioeconómica y psicológica que genera la pandemia profundiza las tensiones de todo tipo.

Sabemos que en estos escenarios de mayor pobreza, desempleo y colapso de los niveles vida, surgen posturas de corte autoritario y de lenguajes ásperos y de exclusión. Sean por izquierda o por derecha. La década del 30 es un buen recordatorio de lo que pasa en estas situaciones. Su profundización o no, dependerá del nivel de recuperación económica que tengan la mayor parte de los países. En el caso de EEUU y otros países desarrollados, crece el consenso de que la mejora tendrás una forma de V, o sea un 2021 donde se recuperará parte sustancial de lo perdido, lo cual moderaría un clima propenso para posturas xenófobas y hostiles.

 

Sabemos que en estos escenarios de mayor pobreza, desempleo y colapso de los niveles vida, surgen posturas de corte autoritario y de lenguajes ásperos y de exclusión. Sean por izquierda o por derecha. La década del 30 es un buen recordatorio de lo que pasa en estas situaciones

 

En el caso argentino, las materias primas que exportamos no parecen estar destinadas a sufrir grandes bajas y mucho menos las crecientes ventas al exterior de software. Dependerá desde ya de un acuerdo con los bonistas en las próximas semanas y de una fuerte, coherente y respetado internacionalmente equipo económico, dotado de un presupuesto plurianual creíble así como el apaciguar la retórica épica, que dista de ser prioritaria y relevante para la masa de votantes del conurbano y en especial en las zonas más colapsadas socialmente, siendo en todo caso capital simbólico para capas medias burguesas de izquierda y sin mayor peso electoral. De darse este improbable escenario, las perspectivas son altamente favorables para una pronta y sostenida recuperación de la economía nacional. Lo mismo se espera para Brasil, país clave en todos los aspectos para la Argentina.

Desde diversos sectores de intelectuales y pensadores, a nivel regional e internacional, emanan fuertes críticas a liderazgos populistas con lenguaje áspero como son Bolsonaro y Trump. La crisis del COVID-19 y los manejos internos en cada país reforzaron esos cuestionamientos. No obstante, estos análisis y reflexiones suelen dejar grandes vacíos sobre cómo actúan los países no democráticos. El culto a la fuerza y a la infalibilidad, propio de la esencia de estos gobiernos, no acepta dudas o matices. Esto sumado a la inexistencia en esos países de medios de prensa independientes y una sociedad civil que pueda investigar y reclamar, lo cual sí claramente ocurre tanto en los EEUU como en Brasil. En otras palabras, se percibe que a cierta intelectualidad le asusta o irrita más las palabras y gestos ásperos de gobernantes legítimamente electos, y que en unos años dejarán el poder, que actitudes y acciones iguales y aún peores tan usuales en los regímenes autoproclamados de izquierda o fundamentalistas, tanto sean totalitarios o populistas y antioccidentales.

 

Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir durante su visita a Cuba, en entrevista con Ernesto Che Guevara. Foto: ALBERTO KORDA

 

Al ver esta situación, viene a la memoria la imagen de Sartre en un documental de comienzos de los años 70 hablando, desde un bien decorado departamento en un barrio acomodado de Paris, sobre lo humana y positiva que era la revolución cultural del maoísmo. Este pensador llegó a afirmar que Mao, a diferencia de Stalin, no había cometido error alguno. El propio padre del actual líder chino Xi Xinping integró la lista de perseguidos y encarcelados de ese periodo y Xi, fue enviado a un centro de reeducación. Por esas vueltas del destino, mientras Sartre hablaba desde la comodidad y la seguridad de vivir en una próspera y democrática sociedad occidental, los líderes reformistas chinos avanzaban decididamente en dejar atrás esa etapa por considerarla una pesadilla económica, humanitaria y social.

Desde una perspectiva argentina, en una inolvidable entrevista televisiva al general Perón a mediados de 1973, y realizada por periodistas del calibre de Maidana, Villarroel y y Timerman, él mismo daba su visión acerca de la agitación del Mayo francés de 1968, evento que tanto fascinó a amplios sectores de la intelectualidad occidental. En su análisis, el tres veces Presidente afirmaba que un primer momento él mismo como tantos otros se sintió atraído e interesado por ese fenómeno, pero que rápidamente comprobó que había sido engañado. Los definió como una combinación de fuerzas de izquierdas marxistas que no creen en la posibilidad de participar y competir dentro las instituciones políticas legales de las sociedades democráticas y libres, y se inclinan por posturas maximalistas, inclinadas por la violencia armada y el ataque a los gobiernos constitucionalmente elegidos por la mayoría.

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