¿Qué tan acertada es la frase “de que el amor es ciego”?

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El viejo adagio que reza “que el amor es ciego” equivale a decir “que la justicia puede ver”. Es un contrasentido total. La naturaleza de la vida ha establecido una serie de leyes y decretos inalterables que no se pueden contravenir. La justicia es inalterable e infalible. La justicia para que tenga efecto debe ser ciega, o, mejor dicho, justa. No puede tener preferencias o hacer excepciones.

El amor no puede ser ciego. La naturaleza divina del amor requiere del  interesado que tenga los ojos bien abiertos al momento de elegir. Tener “los ojos bien abiertos” se traduce en el hecho de conocer y de cortejar correctamente. Nadie se enamora por una simple mirada y ya. El amor no es automático. Desgraciadamente hay mucha gente que acepta y apoya el mensaje del refrán mencionado.

La ceguera y el apasionamiento hacen que las personas obren irresponsablemente. Una de las manifestaciones “del amor es ciego” lo llamaremos el apresuramiento. ¡Cuántas tragedias ha dejado en miles de familias este tipo de acciones!

Se puede fracasar en cualquier empresa de la vida, se puede elegir mal una carrera, se puede quebrar financieramente, se puede caer en adicciones, podemos ganar peso corporal, y aún todo esto se puede vencer; pero una mala decisión matrimonial (escogencia) producto del apresuramiento va a dejar cicatrices de por vida.

En una ocasión tuve una entrevista con un amigo norteamericano. Los americanos por idiosincrasia cuidan mucho su vida privada. En el caso de mi amigo, el rompió todos los esquemas culturales. Con preocupación me dijo que tenía un problema familiar en los Estados Unidos. Sus padres le habían informado que su hermano mayor iba a cometer una locura. El chico recién había conocido a una chica y sin esperar que transcurriera la etapa del conocerse como debe ser, en un lapso prudencial, decidió pedirle la mano.

El enamorado se encerró en sí mismo, y desolló todas las recomendaciones amorosas de sus padres. El juraba estar enamorado y que no era necesario perder el tiempo en conocerla. Craso error. El apuro no es una buena señal ni tampoco es un fruto del amor, al contrario, es una imitación del amor que se  caracteriza por ser obsesivo, impulsivo y sordo.

Muchas veces las parejas piensan que porque hay pasión ya lo hay todo. Olvidan que el amor es paciente, olvidan que el amor es parte de un proceso natural que lleva su tiempo y que no se puede forzar. No entienden que la pasión física por sí sola no tiene la fuerza para sostener una relación.

A mis 40 y tantos años me da rabia cuando veo a chicos y chicas que sin conocerse lo “suficientemente bien” se hacen novios a la velocidad de la luz. Me da rabia porque en mi juventud yo hacía lo mismo. Afortunadamente aprendí que el apuro fundamentado en una pasión caprichosa no dura mucho tiempo. Cuando empezamos una relación de ese tipo, a la velocidad de un cohete espacial ocurre lo que debe ocurrir: en medio del trayecto la nave explota. ¿Por qué? Porque no hay un fundamento sólido y seguro que sostenga la relación. El apresuramiento privó al amor de crecer y madurar en mejores circunstancias.

Lo que si creció y evolucionó fueron los sentimientos de duda y confusión.-

 

 

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