La fórmula del éxito en el amor: Evite el capricho y tenga muchos amigos

El capricho por una persona a la final conduce al pesar y al dolor

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La fórmula del éxito tiene mucho que ver con las matemáticas y la aplicación de la lógica. Una buena escogencia parte de elegir tu pareja de entre muchas opciones. Es lo mejor. Pasa en la cotidianidad cuando nos proponemos adquirir algo. No se paga hasta sopesar, comparar, calcular y valorar el producto.

Analicemos todo lo que hace un comprador antes de adquirir un producto. Recuerde que la sabiduría del comprador se basa en no decidirse por lo primero que ve.  El comprador prudente al momento de realizar una compra hace tres cosas:

  • Analiza el producto
  • Verifica la calidad. Desea lo mejor
  • Verifica la duración del producto. Desea disfrutarlo por mucho tiempo.

Por el mismo proceso pasan las personas. Recuerde que en la abundancia hay calidad, mientras que en la escasez hay peligros desconocidos. Cuando hay pocas opciones (red de amigos /as) las posibilidades de elegir equivocadamente son mayores. Evite pasar por la triste experiencia de decantarse por alguien cuando no ha pasado seriamente por el filtro de la amistad. Lo he mencionado anteriormente, tenga muchos amigos y amigas de “calidad”, para que pueda elegir un buen prospecto. El que se limita a tener pocos amigos tiene muy poco para elegir.

 

Amazon dejará que sus clientes se prueben la ropa antes de comprar | Estilo  | EL PAÍSFoto/El País                                    El comprador prudente analiza la calidad del producto

Ahora me referiré a uno de los peligros que atenta contra el sano desarrollo de las relaciones de pareja. Lo llamaré el capricho. El diccionario lo define como el deseo impulsivo y vehemente de algo que se considera prescindible o arbitrario.

Tengo una experiencia que describe muy bien el daño que hace el encapricharse. En una ocasión me aferré  a una chica por dos años. En ese tiempo nuestra relación progresó muy poco. Con preocupación veía como todas las circunstancias me iban indicando que la relación no iba para ningún lado.

Pero me encapriche, temía fracasar, y siempre tenía la duda. Así objeté a mi conciencia por mucho tiempo, haciéndole perder a la joven tiempo y oportunidades con otros caballeros. Finalmente me decidí y con firmeza di un paso al costado. En ese momento renací.

No se encapriche, y si lo hace, haga conciencia y tome rápido una decisión. Encapricharse no tiene nada que ver con el amor verdadero. A diferencia del capricho, el amor no es un sentimiento impulsivo y vehemente.

El amor es inteligente. Para evitar la molestia de encapricharse es preferible que siga la fórmula que le estoy presentando.

+ opciones = 1 opción buena         – opciones = 1 opción mala

No caiga en el error de obsesionarse con una persona, no vale la pena. Usted va a saber que ama con certeza al momento que pueda discernir que le gusta una determinada persona “más que otras”. Como verá, el amor se manifiesta en la medida que usted pueda comparar ese sentimiento con el que siente por otras personas.

En esto no hay equivocación, y lo más hermoso es que ante sus ojos usted podrá ver la diferencia y sabrá, sin dudar en nada, que en su corazón hay amor verdadero.

El efecto contrario pasa cuando se cae en el capricho. Con una sola opción no hay oportunidad de comparar y medir los sentimientos. En este contexto, surge la duda para atormentar la mente del caprichoso, luego aparece la confusión para agravar aún más la situación. La visión se distorsiona.

 

No es amor, es capricho - Chapin Radios

Foto/Chapin Radios          Lo que a veces pensamos que es amor es realmente un capricho

Existen abundantes motivos por los que la gente se encapricha. A veces, y perdón que lo diga, estamos con otras personas porque las compadecemos, por despecho, por egoísmo, o para exhibirse y otras porque nos sentimos solos o porque tenemos el complejo de Redentor. Ninguna de estas razones justifica el formalizar una relación.

Por cierto, cuidado con hacer el papel de redentores. He visto a muchas personas fungir como redentores, creyendo que tienen la poción mágica para hacer cambiar a sus parejas. Nada más lejos de la verdad.

Las personas no van a cambiar si no quieren, en ese sentido, no se puede redimir a quien no quiere. El desenlace de estos casos, ha terminado por convertir a estos portentosos redentores en víctimas de su propia trampa (visión limitada).

Por más buenas intenciones que se tenga, por más que haga, ninguna persona que se adjudique la función de redentor tiene el poder de cambiar a otros. Hay que ser realistas, la gente cambia de adentro hacia afuera, no de afuera hacia adentro. Estos procesos de cambio son arduos y largos.

 

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