La raza del planeta Tierra: nadie nace racista

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Por Olga Connor  true

Nadie nace racista, ni misógino, ni regionalista, ni nacionalista, ni católico, ni protestante, ni musulmán, ni monoteísta, ni politeísta, ni homofóbico, ni demócrata, ni republicano, ni dictatorial, ni comunista, ni fascista, ni maoísta, ni etc…

Todas esas actitudes y creencias son parte de la crianza, de la educación, dentro de la sociedad en la que uno vive.

A veces depende de donde naces, a veces de una corriente de pensamiento nuevo, como le pasó a los protestantes del siglo XVI que en Inglaterra tuvieron grandes luchas con los católicos, después del rompimiento de Enrique VIII con el Papa y la alianza con la Reforma en el continente europeo. El papado tenía gran poder cuando surgieron las naciones en el Renacimiento. Y eso está en la raíz de todo: el poder. Ya lo anuncia la historia del Génesis. Todos buscamos el poder.

Como viví la época de las marchas por los derechos civiles de los negros y luego de las mujeres en la ciudad de Filadelfia, en los 60 y 70, sé lo que significaron. Buscaban leyes que protegieran a una minoría discriminada por el color, los descendientes de esclavos africanos, y a una mayoría discriminada por su género o sexo, la de las mujeres.

Las leyes cambiaron, pero la discriminación es difícil de cambiarla, porque se enraíza en uno, es parte del sistema mental de las personas para darles poder sobre otros.

Luego llegaron otras reivindicaciones, el grupo DACA, por ejemplo, tiene antecedentes en las huelgas del grupo que fundó César Chávez en los 60, la United Farmworkers Union. Otro partido en los 70 fue La Raza Unida, criticado por Chávez, porque conducía a un racismo también, un movimiento “anti-gringo”.

En Latinoamérica surgió en los 30 el movimiento pro indígena APRA, de Víctor Raúl Haya de la Torre, en Perú, que subsiste y ha ganado elecciones. Esas ideas indigenistas probablemente influyeron a que tumbaran en Minneapolis una estatua del gran descubridor Cristóbal Colón.

Las últimas marchas mundiales de protestas bajo la bandera de Black Lives Matter (BLM, la vida de los negros es importante), no toman en cuenta que lo que hay que pedir no es quitarle fondos a la policía, sino que se cumplan las leyes y se acaten los derechos humanos. Porque eso que el movimiento BLM llama “racismo sistémico” no se puede terminar con reducción de fondos, sino con cambios que controlen el comportamiento policial, que siempre responde a una manifestación de poder. Precisamente el Ku Klux Klan surgió en 1865 cuando blancos racistas perdieron el poder al perder los esclavos, y determinaron vengarse. Aún existe.

BLM fue creado por la desdichada muerte en 2012 de Treyvon Martin, de Miami, por George Zimmerman, quien salió absuelto por falta de pruebas convincentes. Pero Zimmerman es hijo de una señora peruana, cuyo abuelo era afro-peruano. Luego aquella ocurrencia fue un enfrentamiento entre dos personas de la misma raza negra. ¿Ambas vidas importaban?

Con el asesinato de George Floyd, el caso es diferente, un policía blanco tortura y estrangula a un hombre con todas las características raciales de quien desciende del África, y a la vista de otros tres policías que lo ignoran y por tanto contribuyen al crimen. Por los más de ocho minutos que duró la estrangulación se demostró que estos policías creyeron que poseían todo el poder para hacer lo que quisieran porque nadie los iba a condenar. Lo que BLM debe hacer es pedir leyes más exigentes que castiguen los actos criminales policíacos.

El esprit de corps, la camaradería entre los policías, les exige que se apoyen. Pero de ahora en adelante tendrían que apoyarse dentro de la legalidad o pagar las consecuencias. Su racismo está inculcado desde que los criaron sus propios padres o compañeros de colegio, para hacerles sentir más poderosos, y se supone que no es su Departamento de Policía. En todos los precintos hay que advertirles a ellos que la camaradería no es cubrir un asesinato por exceso de fuerza, sino prevenirlo.

En obras de Miguel de Cervantes, en el siglo XVII, se habla de “cristiano viejo”, y uno cree que se trata de un anciano, pero significa cristiano puro, sin ascendencia mora ni judía. En 1492 ellos ganaron finalmente el poder que tenían los moros musulmanes, por casi ocho siglos en España, y entre los que vivieron los judíos. Y muchos después de esa fecha eran “cristianos conversos”. Ese racismo de la “limpieza de sangre” proviene de lo mismo: los que quieren mantener o conseguir el poder.

Si no hemos aprendido con esta pandemia que todos pertenecemos al mismo planeta, cuando el virus asumió el poder, sin discriminar razas, ni naciones, ni partidos políticos, no sabemos nada. Al fin, en cierto modo, nos ha unido ante la desgracia.

Y si aparece un extraterrestre seríamos una sola raza: la del Planeta Tierra.

 

 

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