Celos, los malditos celos de Nicolás Cepeda

Diario El Día

Por Mario Medina


La vida de Nicolás Cepeda cambió para siempre. El presunto responsable de la desaparición y homicidio de la joven japonesa Narumi Kurosaki ha sido extraditado a Francia para ser juzgado en ese país. Fue el pasado jueves a las 15:30 horas que despegó el avión que se llevó a Nicolás.

A su llegada al aeropuerto de Pudahuel, se pudo observar a Cepeda taciturno y hermético. Su mirada fría de pensamientos distantes seguramente luchaba por esconder el horror que se libraba en su interior. La conciencia le martillaba los pensamientos, al pensar que fue un joven que tuvo todas las oportunidades a la mano y que ahora no tiene ninguna. En este momento es presa de la ley, de la justicia ciega que clama con vehemencia un justo castigo para él.

Pero el viacrucis esta lejos de terminar. La justicia francesa posee elementos de peso para condenar a Cepeda por asesinato. Es que el proceso que condujo a la muerte de la joven asiática está impregnado de premeditación y alevosía, dos atenuantes que agravan aún más el delito. Lo cierto es que Nicolás planificó el crimen en Chile y voló a Francia a materializarlo.

Bajo engaño el chileno se reunió con Narumi y juntos compartieron hasta la madrugada de ese fatídico lunes. Desde entonces se desconoce el paradero de la japonesa. El último recuerdo de Narumi fueron sus gritos desesperados.

Consumado el crimen Nicolás dejó pasar unos días para iniciar un periplo que lo llevaría a Barcelona España y finalmente a Chile. En todo ese lapso de tiempo, Cepeda fue dejando pistas y evidencias unas más contundentes que otras, e incluso testigos para ratificar una vez más que no hay crimen perfecto. Según los investigadores, el móvil del crimen  es pasional, motivado por unos celos enfermizos que afloraron a su máxima expresión cuando Cepeda se enteró que Narumi tenía novio.

Creyéndose con derechos sobre ella se sintió traicionado. Dolido en extremo, fue en ese momento que la ira engendró el pensamiento asesino. La obsesión de Cepeda por Narumi le impidió ver que hay límites que respetar, entre ellos, la libertad para rehacer su vida con otra persona. Ese derecho inviolable que tenía Narumi de amar a otras personas fue destruido por la irracionalidad de Cepeda en solo unos segundos.

Cepeda robó los sueños y las esperanzas de Narumi, ahora le toca a la justicia impedirle todo hálito de libertad para confinarlo por muchas décadas a cuatro paredes blancas y un barrote.

 

 

 

 

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