Los rasgos psicológicos esenciales

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A través de los diversos rasgos generales trazados sobre la formación del pueblo chileno, hemos podido ya advertir muchas facetas interesantes de su psicología que se han mantenido hasta hoy. Al finalizar la Colonia, el chileno ya ha perdido la idiosincrasia latina, sobre todo la viveza y agilidad del temperamento.

Como positiva compensación, se observaba desde entonces un marcado odio al adulo y una absoluta imposibilidad de fingir. “Un chileno… ama su reputación y honestidad (rasgo, por cierto, muy español) y odia todo lo que a ellas se opone: tiene la adulación por debilidad de mente y por bajeza de ánimo…Lo que dice es porque lo cree así…En suma, la disimulación y la sospecha no entran en el corazón del criollo”.

 

“Se dice que si se incendia

o se inunda el universo,

el chileno es siempre el mismo,

siempre inmutable y sereno.

Camilo Henríquez

 

Los cronistas coloniales señalan sin discrepancia en el pueblo mapuche, por otra parte, la excesiva diferenciación de los sexos, la enorme distancia entre la virilidad primaria del hombre y la dulce femineidad de la mujer. Este rasgo personal también se proyecta en el mestizo. Contribuyeron, del lado español, a fomentar estas características, por una parte, la inmigración vasca y, por otra, el contraste con el meridional conquistador.

Pero lo que sin lugar a dudas contribuyó a moldear el carácter del chileno, con fuerza indeleble que se mantiene hasta nuestros días, es el mismo desarrollo histórico vivido, son las vicisitudes por que tuvo que atravesar, en una despiadada y permanente lucha contra el medio.

Por otra parte, el desprecio por el trabajo persistía. La psicología del criollo gravitaba en la generosidad y en la imprevisión. Ricos y pobres vivían al día, sin pensar en el mañana, y los que, como los vascos, eran previsores, se hacían antipáticos y eran tildados de avaros. La fortuna no era invertida en crear nuevas fuentes de producción, sino que se consumía en darse buena vida y, sobre todo, en aparentar.

El abismo, que separaba a las clases sociales, se refleja también en la falta de estímulos para el trabajo, aun más aguda entre los pobres. Hay, sin duda, una manifiesta falta de interés por aprender nuevas artes y nuevas industrias. Bauza y Espinoza lo observaron a fondo: “El criollo está dotado de bastante ingenio y de sagacidad penetrante; pero salvo rarísimas excepciones, es reacio a la adquisición de conocimientos, así sean especulativos o prácticos”. La inacción y la pereza espantaron al viajero inglés Vancouver.

 

Con información de Gran Historia de Chile

 

 

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