Francisco Sagasti, un rehén en la presidencia

(Rodrigo Abd / AP)

Por Robert Mur Robert Mur | Robert Mur De Pablo


Francisco Sagasti tiene en su casa un “diploma de rehén”. El nuevo presidente de Perú, que ayer juró el cargo, llama así a un trozo de cartón de una caja de botellas de agua japonesas. “Para el Sr. Sagastegui, con todo respeto”. “Para el Sr. Sagasti con el respeto de siempre”. Son las dos dedicatorias del diploma , que pidió que le firmaran los dos líderes del comando guerrillero que en 1996 secuestró a cientos de invitados en la embajada de Japón en Lima. Al cuarto día, Sagasti fue de los primeros liberados, pero tuvo tiempo de charlar con los jefes del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA), que, como todo el comando, acabaron muriendo. “Don Sagasti, yo he leído sus cosas”, le dijo uno de ellos.

En esa época, Sagasti ya era un ­intelectual reconocido en ámbitos políticos y académicos y escribía columnas periodísticas, aunque su nombre ha sonado más en los últimos meses, desde que en marzo asumió como diputado después de que el destituido presidente, Martín Vizcarra, disolviera el Parlamento unicameral y convocara elecciones. Era la primera vez que se postulaba a un cargo popular.

La lucha contra la corrupción, uno de los motivos de Sagasti para saltar a la arena política

Como portavoz de los nueve legisladores del centroderechista Partido Morado, Sagasti se ha caracterizado por la moderación y el consenso en un Congreso desprestigiado, con 68 diputados investigados por corrupción.

La lucha contra la corrupción que ha llevado a Perú a esta crisis es uno de los motivos de Sagasti para saltar a la arena política, tras una carrera asesorando entre bambalinas a gobiernos de distinto signo, como los de Ollanta Humala o Alan García. En su juventud también fue asesor del Ministerio de Industria de la dictadura del general izquierdista Juan Velasco Alvarado (1968-1975).

Sobre todo, Sagasti ha destacado como consultor internacional en el desarrollo de la ciencia y tecnología, principalmente como funcionario del Banco Mundial, pero también en la ONU y otras organizaciones. Ha publicado dos docenas de libros y tiene un respetado currículum académico en Perú y en el extranjero. Y en el ámbito divulgativo, dirigió series de televisión sobre desarrollo y cambios sociales.

Nacido en Lima hace 76 años, ingeniero industrial y doctorado en la Universidad de Pensilvania, Sagasti es un intelectual de discurso centrista que llega a la presidencia por su perfil conciliador y porque fue uno de los 19 diputados que se opusieron a la destitución de Vizcarra, sustituido fugazmente por el titular del Congreso, Manuel Merino, hasta dimitir, el domingo, tras la muerte de dos jóvenes en una protesta.

“Estas manifestaciones son un poderosísimo llamado de atención”, dijo Vizcarra el lunes. La figura calmada de Sagasti debería apaciguar la animadversión contra la clase política y acabar con las protestas para llegar en paz a las elecciones de abril. Sagasti se definió como “político novato” y entonó una autocrítica: “Creo que todos no hemos estado a la altura y es un momento de enmendar el rumbo”.

 

 

 

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